El abismo. Juan Enrique Soto. Black&Noir.jpg

EL ABISMO

JUAN ENRIQUE SOTO

A quien le pueda interesar.

Dijo Nietzsche que quien con monstruos lucha cuide de convertirse a su vez en monstruo. Cuando miras largo tiempo a un abismo, el abismo también mira dentro de ti.

No podían ser más sabias sus palabras. Yo estuve confundido. Creía que el monstruo era el otro, el que te acecha tras la esquina para robarte lo que lleves, incluso la vida. El que llega borracho a casa y golpea a esposa e hijos para ahogar su frustración. El que vende todo lo que la familia tenga por una dosis de heroína. El que obligaba a las jóvenes a prostituirse a cambio de su libertad.

Pensaba que la noche estaba llena de monstruos así. Pero el monstruo estaba dentro de mí. El monstruo era yo. El que se alimentaba con las vidas arrebatadas era yo. Y cuanto más mataba, más hambriento me sentía. El ansia por ver el miedo en los ojos de los demás fue mi abismo. Descendí por él tanto que ya no era yo el que miraba sus profundidades. Había comprendido que era el abismo quien me miraba a mí y me atraía a su oscuro pozo hasta que, de tan hondo, fue insalvable.

El abismo me engulló. Me convertí en el Mal de cuya existencia dudaba. Dejé que el monstruo ganara todas las batallas. Sé que pedir perdón es inútil. El perdón de los hombres es estéril. Firmé un contrato con sangre y el compromiso es eterno.

No sigáis mis pasos por mucho que os atraiga el hermoso paisaje que se divisa desde el precipicio. Nada os podrá salvar si cedéis, si saltáis por muy armados de convicciones que estéis. No renunciéis a la esperanza. No seáis un monstruo. No seáis como yo. Desistid.

¡Resistid!

 

Ismael


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