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JUAN ENRIQUE SOTO

Nací en Alemania, en Dieburg, un pueblo pequeño cerca de Frankfurt. Mis padres eran emigrantes allí. Regresé con la edad de cuatro años y vivimos un tiempo, poco, en un ático en Peña Prieta, en pleno Puente de Vallecas. De ahí, nos mudamos a Entrevías, a cincuenta metros de la vía del tren. Casi más que la casa, lo que recuerdo es la calle. Siempre en ella jugando. A la pelota y a las chapas.

Fui el único de mi quinta en el barrio que estudió. La inmensa mayoría de ellos cayeron en la cuneta. Y encima me hice poli.

Fui a la Facultad, Psicología. No fui un gran estudiante entonces. Me gustaba más el mus y montar en moto.

El madero era psicólogo antes que poli. Trabajaba recién casado en dos clínicas de psicotécnicos para el carné de conducir. Un trabajo apasionante, lo sé. El dueño de una de ellas me dijo un día: «¿por qué no te metes en la Policía? Allí puedes ser psicólogo para toda la vida».

El análisis de conducta me ha dado gran parte de lo que soy profesionalmente. Desde que entré en la Policía tuve la fortuna de aplicarlo y ahora no solo lo aplico con mayor o menor fortuna, sino que genero la teoría al respecto que a mí me faltó cuando estudiaba esta cuestión. Escribo libros técnicos y doy formación.

Esto del profiler aún me cuesta creerlo. Si cuando entré en la Policía me dicen dónde iba a estar a estas alturas, me habría partido el pecho a reír. Sin embargo, mírame ahora. He creado algo que seguirá cuando me jubile.

Cada caso es un enigma al que me dedico con todas mis ganas. Enfrentarme a algo que sucedió en el pasado y que encima tratan de ocultar no lo puede hacer más difícil. Sin embargo, por mucho que borren las huellas, siempre queda la conducta (borrar las huellas). Ese es el hilo del que tiro y, ¿sabes qué? a menudo llegas más lejos que los científicos con sus indicios.

No entré en la Policía por vocación, pero es una profesión que engancha desde el primer día.

Y siempre estuve escribiendo y leyendo. También dibujando, aunque esta rama la dejé atrás hace mucho tiempo. Recuerdo el consejo de mi tío: escribe o dibuja. Decidí escribir.