HABLAMOS DE #MADRIDPRISIÓN
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EL PUEBLO DE MADRID Y LA FUNDACIÓN TRECE ROSAS EN MEMORIA AL SACRIFICIO DE LAS JÓVENES LLAMADAS "LAS TRECE ROSAS"
Pasé por el enclave en el que se homenajea a las Trece Rosas. Algún gilipollas había apedreado las placas y era ya difícil leer los párrafos. La verdad es que lo raro era que aún permanecieran allí. Lo digo porque alguien podría haber pensado que las placas bien pudieran haber servido para hacerse una mesa o unos taburetes, así que lo del sabotaje era un mal menor.
La lluvia no era un mal menor. Empezó a llover de nuevo. Yo recordaba el cementerio como una sucesión de paisajes bucólicos, primaverales, soleados o lluviosos, pero rebosantes de colores, obviamente antes del holocausto. Lo que veían mis ojos en ese momento parecía una zona de guerra, un paisaje grisáceo que ejercía de antesala al infierno. El horizonte lleno de tumbas y ruinas se extendía más allá de lo que la vista llegaba a alcanzar, más allá de lo que un alma humana podía asumir. Lo recordaba como una extensión inmensa, pero el monótono paisaje se extendía más allá de lo que yo me podía acordar. Probablemente habrían derrumbado la tapia Este y habrían extendido la superficie del cementerio para albergar más cubículos».
AVANCE DEL CONTENIDO EXTRAS
Un barrio bastante más normalizado.
Lo vemos con la Peineta a la espalda, la que como sueño olímpico contemplaba la desaparición del barrio, la que como sueño colchonero terminará convirtiéndose en el centro de un barrio con menos sabor de barrio que el que hemos saboreado.
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