Hablamos de Vieja entrepierna humeante

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Dedicatoria

Desgraciadamente, Walter Dulitts pertenecía a Los Viejos Tiempos. Ahora vivía, según tenía entendido y más o menos esperaba, en algún punto de la Sierra de Almijara tan aislado del resto de la civilización que se diría que ni siquiera los grillos sabían cómo llegar, con doble nacionalidad británica y española y una jubilación de esas que se basan en mantener un huertecito al lado de tu caserón y tirarte tanto al ama de llaves como al mayordomo. Esto era en parte debido a su pasado reciente como miembro activo del gremio de torturadores afines al Régimen y, principalmente, a su pasado remoto como otra persona. Y no precisamente hijo de la Gran Bretaña. A Loti yo solo le había dicho que podíamos escabullirnos por las montañas al este y escondernos una temporada en la casa-fortaleza de un viejo conocido; no dije amigo, no me entusiasmaba esa idea aunque era consciente de que, por mucho que nos presentáramos así como así en su fortín, Walter nos acogería de ese modo: no, lo que menos me gracia me hacía era tener que llegar a ese extremo en que le pides ayuda y cobijo al puñetero Carnicero de Lyon».

 

AVANCE DEL CONTENIDO EXTRA

Volver a Sevilla no dolió. Después de lo de Madrid estaba claro, o quizá volvía a estar claro, que trabajar aquí es mucho más difícil.

Y lo noté también en mi forma de escribir (aunque yo puedo escribir en cualquier parte): los textos en Madrid, el aire de esos textos, me salían urbanitas; aquí en Sevilla, al contrario totalmente, tiendes más al aislamiento.

Mi ahora mismo más reciente ya se mezcla con mi ahora mismo que es Sevilla-Ginebra-Sevilla.

Ginebra, donde estoy completando la tesis sobre Interpretación-Traducción Hablada, es una ciudad que inspira, por cierto.


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