Hablamos de Emma

«21 de marzo, martes

Aunque lo había seleccionado con sumo cuidado, durante el trayecto en el taxi revisó una vez todo lo que le llevaba a su madre. Sacó del bolso un pez de cerámica, una sardina, creía, que le había regalado un colega escritor en Portugal, y que su madre, aunque no le gustaban los peces, tenía sobre el escritorio para apoyar el lápiz rojo de las correcciones. Lo movió en el aire como si estuviera nadando; nadando en las aguas oscuras en las que flotaban, rotos y dispersos, los recuerdos de su madre como los restos de un naufragio.

Una de las cuidadoras le había dicho que su madre repetía a veces la palabra “lenguado”. Se lo había contado a Edu. A él también le había parecido rarísimo. Su madre odiaba el pescado. Odiaba a los peces en general. Le causaban una extraña angustia. “Animales sin brazos que no duermen nunca”».

 

AVANCE CONTENIDO EXTRA

Empiezo a creerme que tengo una novela cuando llego a la página 100 en el manuscrito.

Saber que la novela ya está es lo más difícil, podría estar con un texto toda la vida.

El texto acabado lo reviso, lo corrijo, lo complemento y lo dejo reposar. Es él quien te dice que ya está.

Mis lectores cero son complementarios. Sobre todo me hacen preguntas, muchas preguntas. Al final, y al principio, el lector cero principal, que es muy crítico, es Klaus, mi marido.

Cuando la novela se publica, no vuelvo a leerla. Nunca releo mi obra.

¿Que en qué ha cambiado mi forma de escribir, mi manera de escribir, desde la primera novela a esta última?


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