Hablamos de Godot: Príncipe de Dinamarca

«11.

el escenario ya no está vacío

Al autor no le hacía falta preguntar a qué condición se estaba refiriendo. Llevaba conviviendo a escondidas trece años con la mujer puntiaguda como para no saber que lo que la mujer puntiaguda deseaba, más que nada en este mundo, era que la gente conociera esos trece años de amor en las sombras, de acudir sola al teatro, de hacer entrar al gran dramaturgo por la puerta del garaje. La mujer puntiaguda le pediría que, cuando salieran del teatro, el autor, delante de los medios de comunicación, hiciera público que había tenido muchas amantes y dos esposas, pero que en realidad había amado a una sola mujer.

El autor, por supuesto, aceptó.

Después le preguntó si acaso ya se le había ocurrido alguna idea que los sacara del teatro.

La mujer puntiaguda, mientras buscaba por allí algún ángulo recto que consiguiera serenarla, le volvió a repetir que había estado en el patio de butacas, sentada entre la masa informe del público como una miserable espectadora más, y que había visto, sin embargo, que, cuando llevaban ya más de dos horas aplaudiendo, había entrado la camarera de la cafetería, que era gorda y que se llamaba Pepi, con una bandeja de bocadillos en cada mano, y que después, al cabo de otras dos horas, había vuelto con más bocadillos para seguir repartiéndolos entre el insaciable público que no dejaba de aplaudir, y que se le había ocurrido a ella que la dirección del teatro podría dejar morir al público de cansancio, por supuesto, pero nunca de hambre, para lo cual era necesario que no faltara nunca la comida».

 

AVANCE DEL CONTENIDO EXTRA

Camilo José Cela, para mí el gran novelista del siglo XX, me dijo, a una pregunta que le hice en una presentación: “la juventud se cura con el tiempo”.

Mis primeros “escritos” son de los 14, 15 años.

La decisión de querer escribir vino de gustarme leer mucho… de querer imitar a los que lees. Cuando empiezas, lo que haces es copiar lo último que has leído; utilizas voces de otros hasta poco a poco ir llegando a la tuya.

A partir de ahí, el aprendizaje, el perfeccionamiento, se hace leyendo, fijándote en cómo lo hacen los buenos. Y equivocándote. Tienes la frescura y vas haciendo la experiencia.

Tuve suerte porque mis dos primeras novelas fueron premiadas, con 23 años. Me reafirmaron muy pronto.

Estás condenado a escribir cuando sabes que lo tienes… escribes por una necesidad vital.

Escribir todos los días. Lo mismo tienes una novela en la cabeza y no lo sabes.

Escribo todos los días.


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