Hablamos de Emma
«Desde que había sufrido la alucinación su madre estaba algo ausente. En las conversaciones tenía con frecuencia la sensación de estar sacándola de otros pensamientos, y que le respondía más bien por educación. No sabía si recordaba lo sucedido. Si tal vez esa era la causa de su apatía. Por otro lado, le gustaría saber si el ensimismamiento se debía a que, removida por las imágenes, estaba excavando en su interior, en los escombros de la memoria para rescatar algún recuerdo superviviente.
Esa tarde le había mostrado fotos extraídas de un álbum de sus viajes a congresos y encuentros literarios. Pegó en el panel una imagen en la que aparecía su madre, unos diez años atrás, durante la cena en la entrega de un premio literario. Ella y los otros escritores sonreían a la cámara deslumbrada por el brillo del despliegue de copas y vasos sobre la mesa alargada. El de su madre es de agua. Cumplió su promesa».
AVANCE CONTENIDO EXTRA
Todo empezó en la Universidad de Frankfurt, el lugar donde despertaron mis instintos asesinos. Aquel profesor visitante, el que te presenté en el vídeo que acompaña al capítulo 6, me hizo salir del armario literario y me senté, ya para siempre, en la mesa de escritura.
De otra mesa, por cierto, te hablaré ahora, la mesa donde nació Emma. Antes…
Antes te voy a contar el porqué de mi necesidad de contar historias.
Y aquella comida familiar en la que nació mi primera novela, y cómo nació.
O mi concepción de la escritura como una experiencia íntegra.
Y quiénes son mis faros, mis autores guía o referencia.
O cómo es mi muy estricta disciplina de trabajo.
Y, también, ahora ya sí, dónde nació Emma.
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