Hablamos de Emma
«La despierta el sonido de un llanto. Se pasa una mano por la cara. No es ella. El llanto viene de la habitación contigua, la de la derecha. También voces. Una mujer y un hombre.
– Es por tu bien, cariño –dice la mujer.
– No será mucho tiempo. Después podrás volver a casa –añade el hombre.
– No, no, no –dice el llanto de una joven–. No quiero, no me dejéis aquí.
Las voces tratan de apaciguarla. Parece que lo consiguen. “A ver si se calla y me deja dormir.” Son las tres y veinte. Le han robado diez minutos de siesta. Y encima ese lloriqueo que no quiere parar. Las voces se han amortiguado. Entiende que han cerrado la puerta de la habitación, pero el lloriqueo insiste en clavársele en los oídos. Se adormila. Cuando vuelve a despertarse, las voces no están, sólo el gemido. Ya no la irrita, más bien le provoca una extraña inquietud, la necesidad de hacer algo, como cuando se encuentra un animal abandonado. Pero no lo está. La puerta de la habitación contigua vuelve a abrirse. Otras voces, otros tonos. Amabilidad profesional. Deferencia profesional, de animadora profesional. Como en un crucero. La mirada se le va a la foto de sus hijos en la playa. Un recuerdo le entra por la nariz. Agua de mar, bronceador y patatas fritas. Sensación de ligera náusea porque la cama se balancea al ritmo de las olas. Un crucero. Se marido ha comprado pasajes para un crucero por el Mediterráneo.
“¿No querías conocer la Corfú de tus adorados hermanos Durrell?”».
AVANCE CONTENIDO EXTRA
Voy a dedicarte esta novela, Emma, que publica Black & Noir.
Voy a contarte, antes, cómo fue mi primer contacto con el mundo editorial, aquel primer contrato, aquella emoción cuando me llegaron los primeros ejemplares de mi primera novela que recuerdo ahora como algo muy parecido a la ilusión de una noche de reyes, aquel primer pánico al sentarme para mi primera rueda de prensa…
Voy a contarte también cómo fue mi primera decepción, aquel manuscrito devuelto y que fui a recoger a la oficina de correos sintiendo que lleva el fracaso escrito en mi cara.
Hoy, ahora, confieso que me costó dos o tres novelas poder decir, sin imposturas, que era escritora.
Y hoy, ahora, sé que la escritura es mi camino, que mi vida es escribir y que, desde ahí, no tengo otro objetivo que superarme a mí misma con cada novela y vivir de lo que hago, vivir de mi vida.
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